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Ojos de hielo

Mis recuerdos de aquella fría mañana

Dentro de dos meses escasos se cumple un año de aquella mañana terrible del 11 de marzo. Durante todo este tiempo hemos tenido muchos recuerdos de ese día, supongo que a quien tratase de olvidar le habrá resultado imposible. Más lejos o más cerca, casi todos vivimos alguna historia más o menos cercana. Recuerdo perfectamente cómo desperté aquella mañana con la noticia. Ese día no íbamos a clase mi hermano y yo por una huelga que en realidad yo tampoco daba por cierta del todo. Al principio todo era confusión, unos primeros momentos muy extraños en los que lo más que cualquier otra sensación reinaba la incertidumbre y la incredulidad. Poco a poco las imágenes iban dando cuenta de aquella masacre, aquella sinrazón que nadie parecía querer creer. Fue un día inolvidable en el peor de los sentidos.

Recuerdo que por entonces yo estaba en una época no demasiado buena, pero que paradójicamente coincidía con una fase en la que empezaba a encontrarme mejor y aquello fue algo que marcó sin duda el curso de lo que vendría a significar para mi el 2004. Creo que todos guardaremos ese amargo recuerdo de este año, cada uno con sus propias historias pero todos en el fondo marcados por ese acontecimiento. Esa misma mañana los móviles estaban colapsados y los momentos de angustia se repetían por todas partes. Mucha gente trataba de localizar a los suyos y cada vez las noticias eran menos esperanzadoras. Me pasé el día pegada a la tele, viendo horribles imágenes que se repetían una y otra vez, las mismas caras, los mismos sufrimientos y en medio de la masacre, la fortuna de aquellos que pudieron salvar sus vidas por alguna casualidad, imprevisto o simplemente como muchos estudiantes que aquella mañana no pasábamos por Atocha. Yo misma, en mis primeros años de universitaria todas las mañana cogía allí el tren, y aunque hacía tiempo que no lo hacía, sentí que cualquiera podía haber estado allí. Y realmente así fue, cualquiera. Cualquiera de nosotros podíamos haber pasado por una de esas estaciones en el fatídico momento.

Quizás ese mismo día, con la angustia y el horror, no éramos del todo conscientes de lo que aquello significó. Fueron pasando los días y se volvía a la normalidad, seguimos cada uno viviendo nuestras vidas, quizás con un poco más de miedo, de temor, de resentimiento hacia algunos de nuestros habituales vecinos. Después llegó aquella tarde de la manifestación, aquella tarde fría y lluviosa en la que algunos todavía no alcanzábamos a comprender, ni siquiera intentar comprender, el porqué de todo aquello...

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Lidia -